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Mujeres, ciudadanas de segunda clase

Foto: Sanar.org





Un hombre puede andar sin camisa por la calle, una mujer no puede mostrar un poco de escote sin ser considerada puta o ser víctima de acoso callejero. Una mujer no puede reclamar, si lo hace está “con la regla” o es una neurasténica. Solo el hombre es racional para protestar. Una mujer que se queja porque un hombre la manosea en el bus debe sentirse culpable por vestirse de forma sugerente, y si habla debe soportar la sindicación del resto. Si una mujer es víctima de una violación sexual, ella lo provocó. Si una mujer llora (muchas veces de impotencia), se está victimizando, está manipulando...

De esa forma, y muchas otras más, se estructura parte del machismo en las sociedades en el Perú y otros países de América Latina. También en África, donde un grupo terrorista secuestró a 200 niñas, o en la India en donde las mujeres son víctimas frecuentes de violaciones en masa. Es la reproducción de un modelo machista que se forma en el seno del hogar, desde las propias mujeres, y por supuesto bendecido y sacramentado por los hombres.

Señores, lo que le ha pasado a Magaly Solier le pasa a diario a sus hijas, hermanas, esposas, madres. Si un día un depravado se masturba en un vehículo de transporte masivo, nada impide que luego viole a una mujer.  Bajo la racionalidad masculina, la mujer es la que provoca, la que tienta, el hombre nunca tiene la culpa. Señores, las mujeres tenemos derecho a andar con shorts sin ser acosadas, tenemos derecho a reclamar sin ser juzgadas, tenemos los mismos derechos de los hombres, de caminar libremente por la calle sin ser vistas como objetos.

Sin embargo, "seguirá esta historia, seguirá este orden porque Dios así lo quiso, porque Dios también es hombre". 
 

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