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Desde el mar y desde el lago.

Entre sahumerio gris y polleras de colores

La tradición legada por lo españoles, el Corpus Christi, vive en el Perú. En Lima la celebración principal se realiza en la Catedral, en una ceremonia solemne que convoca a la multitud católica. Pero otra fiesta en honor a San Antonio traída desde Puno no puede pasar desapercibida a pesar de que se realizan el mismo día.
Un mar morado se apresta a escuchar la misa en las afueras de la Catedral. No es octubre, pero un ligero olor a sahumerio se confunde con la humedad limeña. A pesar del frío, la hermandad del señor de los milagros hace acto de presencia. Todos los años, los hermanos nazarenos son invitados a la Misa del Corpus Christi, presidida por el cardenal Juan Luis Cipriani.

Roberto Troncoso, hermano nazareno siempre ha asistido a la Misa del Corpus Christi. Sin embargo este año lo que más le sorprende es que hay muchas más congregaciones religiosas que otros años. “Siempre somos casi todos del Señor de los Milagros, pero ahora hay más”, dice mientras mira a quienes aguardan el inicio de la ceremonia. Alrededor se ve que los hermanos de la Virgen del Chapi casi llegan al mismo número que los nazarenos.

Desde muy temprano diversas congregaciones religiosas, se apostaron en los bordes de la plaza. Los Caballeros de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, conversan sin moverse de área. La hermandad de San Judas Tadeo a las 9 y media ya estaba lista. Los fieles a San Martín llegan con las andas del santo en hombros. Se ubican en la esquina del jirón de la unión. En la misma recta, esta la Virgen de la Evangelización. En la esquina de palacio frente a la estación de desamparados se encuentra San Agustín.

Pequeños hermanos

Christian carga el estandarte. José lleva los bolsos de sus uniformes. A sus apenas 12 años, los niños pertenecen a la Hermandad de la Santísima Virgen del Carmen de Leticia. Viven en el Rímac y están orgullosos de decir que una semana atrás habían participado en las celebraciones en honor a la Virgen del perpetuo Socorro. Por un momento Christian le da el estandarte a José. Con seguridad se pone el hábito marrón. Christian sabe que todavía faltan horas para la misa del Corpus Chirsti, pero los mayores ya están vestidos. José lo escucha y apenas su compañero está listo le regresa el estandarte y busca su hábito.

Conforme la mañana avanza, la Plaza Mayor se llena. Pero no sólo de devotos católicos, sino de turistas. Algunos están sorprendidos del movimiento. Otros advertidos por sus guías turísticos sólo se concentran en las fotos. Las alfombras de flores ya están casi listas. Los fieles apresuran el paso, al ver que el minutero se acerca a las 11. Los parlantes preparados en el atrio de la catedral asustan a las aves, cuando comienzan a sonar las canciones religiosas.

Diablada del santo

“That way! That way!”, dice una señora bajita a dos turistas de acento italiano. La señora apunta hacia la calle Lampa. “Es una fiesta, un pasacalle”. Una chica a su costado agrega en un inglés tímido. “It´s a parade”. A pesar de su voz casi imperceptible, las italianas lo comprenden. Van hacia la calle Lampa, donde una mujer policía al costado de su moto, cerraba el tránsito y desviaba vehículos. Al escuchar la banda, las italianas se apresuraron.

El entusiasmo de la señora se entiende. Un enorme séquito de danzantes marca el paso de San Antonio de Padua de Putina. El santo está adornado con arreglos florales. A su paso los ganadores de concursos de baile del altiplano se exhiben, mostrando porque se hicieron del primer puesto. Son jóvenes en su mayoría, y ponen todo el aliento en deleitar no sólo al santo, pero al público también.

Y el público no sólo es nacional. Turistas toman fotos entusiasmados. “Antes podíamos estar en la plaza, ahora Toledo no nos quiere ahí”, dice una de las asistentes a la procesión. La banda no deja de tocar, y una mujer embarazada sorprende al no sólo bailar sino marcar el paso de los otros danzantes.


Adoración saltando

“El pueblo andino muestra su fe por medio de la danza. Con ello le rindieron culto a la Pachamama, a los Apus, ahora al Dios cristiano”, dice uno de los presentes. Los vestidos que se mueven al son de la música son una comprobación a lo expresado por el observador. La diablada se baile detrás del santo. Es la manifestación en la visión andina de la batalla entre el bien y el mal.

El público continúa disfrutando del espectáculo hasta que la procesión hecha fiesta de alegría llegue al local de la avenida Abancay donde los hijos de Putina se reúnen a festejar.

Hostiamóvil

“Es la primera vez que el sacerdote que lleva la hostia no hace el recorrido a pie”, dice Roberto Troncoso sorprendido. Es difícil por la multitud ver al cardenal, movilizarse en un auto especialmente decorado para la ocasión. Lleva el custodio dorado desde la catedral hasta los altares hechos en la Plaza Mayor. Sólo se oyen los aplausos cuando al fin llega su destino. El camino del Corpus Christi está amenizado por la música que los parlantes propagan y por los cánticos de las diferentes hermandades.

“Papamóvil, y ahora hostiamovil” dice un joven que acompaña a su madre. La mujer tiene un rosario y a pesar del comentario de su hijo sólo murmura sus oraciones. “Las plegarias son la manifestación más clara de la fe cristiana” nos dice el teólogo Javier Velásquez. “Con ellas los católicos se comunican con Dios”, agrega.

Lima, 18 de Julio de 2004

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