Desde la creación del Estado peruano como República, e incluso antes, uno de los graves problemas del país es la descentralización. En los casi doscientos siglos de vida republicana, el tema ha sido abordado por diferentes pensadores.
En “7 Ensayos de interpretación de la realidad peruana” (1928), José Carlos Mariátegui señala que el Centralismo, apoyado en el caciquismo y gamonalismos regionales, es uno de los vicios de la organización política. Al inicio del siglo XX, el amauta reclama que si bien los partidos organizados han admitido programas de descentralización, nunca los desarrollaron cuando llegaron al poder.
El regionalismo en el Perú, a decir de Mariátegui, es una expresión vaga de un descontento.
Dado que la solución del problema del indio planteado por Mariátegui, es la base de un programa de renovación o reconstrucción, toda política descentralista que estuviera enfocada solo como reforma política o administrativa, en la práctica le daba más poder a los gamonales.
Desde un inicio, el amauta advierte que la división del Estado en regiones no puede hacerse sobre la base de departamentos, herencia de la demarcación virreinal. La región tiene raíces más antiguas que la nación misma. Es así que todo programa positivo de descentralización tiene que inspirarse en las necesidades y direcciones de la economía nacional. Se descentraliza, no para separar, sino para perfeccionar su unidad dentro de una convivencia más orgánica.
Si Mariátegui analiza la descentralización y regionalización del Perú, partiendo desde el problema del indio, Jorge Basadre expone que la tradición pre-hispánica y virreinal, así como las condiciones económicas y sociológicas impidieron que al surgir la República se desmorone el unitarismo.
El unitarismo centralista cumplió el destino de crear el Estado Peruano. Asimismo, manifiesta que el Federalismo, que se debate en los años que escribe “Perú: Problema y Posibilidad” (1931, actualizado 1978) al ver la formación de Estados Unidos, tampoco es aplicable al Perú.
Para Basadre, coincidiendo con Mariátegui, el problema del Perú es ante todo económico-social. En tal sentido, el descentralismo acompañado por la injusticia social, ninguna ventaja traería. Sostiene que hay que establecer claramente las condiciones históricas, sociológicas y económicas son necesarias para modificar la demarcación de las regiones, no haciendo tabla rasa con lo ya existente.
En tal sentido, se hace necesario replantear “Las ocho regiones naturales del Perú” (1943) de Javier Pulgar Vidal, quien hace una precisa delimitación de las regiones, tomando en cuenta sus posibilidades económicas sobre la base de los recursos naturales. Algo aparentemente sencillo, conocido desde hace casi unos 80 años, que sin embargo, ha sido obviado históricamente a la hora de intentar procesos de descentralización y regionalización.
En las últimas semanas, las distintas revelaciones de corrupción en las llamadas regiones, que no son más que departamentos, nos muestra que nuevamente hemos fallado en los procesos de descentralización y regionalización. La forma de elegir autoridades y repartir las riquezas en cada región han fallado. Se reproduce un modelo político de Ejecutivo, sobre departamentos que no han profundizado en los lazos de unión con otras localidades, con objetivos económicos en común. No se han roto las demarcaciones arbitrarias de los departamentos.
A casi 8 años de iniciado el proceso de regionalización, es hora de preguntarse nuevamente cómo llevarlo a cabo. No está de más releer a los pensadores peruanos…
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